Enrique Hernández Flores 'Rayito'
Ernesto Pineda (EP): Buen día Enrique, para la revista Puebla es Taurina es un placer poder platicar contigo sobre la herencia taurina que te ha dejado tu padre. Nos gustaría que nos contaras sobre él, a través de algunas preguntas que tenemos para ti.
Enrique Hernández Vázquez (EH): Es un gusto poder platicar sobre mi padre con la Peña #PueblaEsTaurina.

EP: Sabemos que tus abuelos viajaban en un tren que pasaba por Puebla, al momento del nacimiento de tu padre Enrique Hernández “Rayito”, por ello es poblano, aunque se avecindó en CDMx, pero curiosamente el toro lo hizo volver a Puebla. ¿Qué significó Puebla para tu papá?
EH: Mi papá contaba que su primera imprudencia fue nacer en un tren que pasaba justo por Cholula, Puebla; pasó gran parte de su vida en CDMx pero el destino lo llevó en innumerables ocasiones a Puebla. En 1937, con 9 años de edad, se fue a Puebla a torear una chonada, mi abuela le pegó una paliza por ello y mi papá escapó a Puebla a seguir su sueño. En Puebla siendo niño, conoció a Doña Altagracia Cerón Aguirre, quien fue una segunda madre para él, le dio un hogar, cobijo y yo la trataba como abuelita y ella me contaba que “tu papá regresaba aquí siempre con una nueva cornada, aquí conmigo se recuperaba”.
En Puebla también conoció a quien fuera su mecenas, su apoderado: Don Pepe (José) Recek Saade; él lo apoyó, así es como Puebla le dio todo a mi papá en su sueño de ser torero.
EP: Cómo torero de la legua y después como aficionado práctico, sabemos que tu padre tuvo oportunidad de alternar con Lorenzo Garza, El Ave de las tempestades” y por quien se hizo torero.
EH: Mi padre como bien lo dices, era un torero de la legua, él se hizo en las chonadas, en los pueblos, con los afamados toros de la región, como se anunciaban en ese entonces los toros de media casta, cebús… sus compañeros fueron Isaac González “El Chivo”, Ricardo Morales Cañero, Gonzalo Ortuño, José Luis Crespo, Pepe Cerezo, Florencio Huerta, algunos de ellos también incursionaron en el periodismo. En Puebla hubo un mano a mano, en el viejo Toreo de Puebla, entre El Soldado y Lorenzo Garza, años atrás, cuando mi papá tenía 4 años, tocó el terno de Lorenzo Garza pues quería saber qué había dentro de esa personalidad tan fuerte y tan grande; y en aquella tarde del mano a mano, el maestro lo encontró otra vez, lo reconoció y lo llevó dentro del coche y hasta el callejón. Con el tiempo se hicieron amigos, y alguna vez torearon en juntos en un festival.

EP: Como padre ¿cómo era?
EH: Fue un padre exigente, sin duda, un poco ausente por el toro; siempre me hizo ver la grandeza y la oscuridad de la Fiesta. Sin embargo, la cercanía que mi padre tenía con las figuras del toreo me hicieron crecer rodeado de grandes toreros, ejemplo de ello es que mi padrino de confirmación fue Manolo Martínez. Pero ni él ni mi
mamá querían que yo me dedicara al toro, porque se sufre como torero, se padece como padre y madre de uno también. Yo me escapaba de la universidad y regresaba empolvado y con la cara asoleada; en 1988 murió mi madre, ella era abogada y lamentablemente sí fue muy difícil para ella aceptar que quisiera ser torero, sólo me acompañó a mi presentación en el cortijo Isunza.
EP: En 1991 debutaste como locutor, ¿cómo te sentiste esa primera vez?
EH: Ese año mi papá fue a su primer viaje a la Feria de San Isidro, él me pidió que me quedara a cubrirlo dando la nota en sus programas, todo iba bien, pero en el espacio de Guillermo Ochoa tuve un ataque de pánico: me temblaba la voz, sudaba, pero el Sr. Ochoa, para sorpresa mía, me pidió volver el viernes a una mesa redonda en radio ACIR con Lourdes Guerrero, Efrén Flores y Francisco Javier González.
Meses después me solicitaron en un piloto de Multivisión en un programa de televisión: Grana y Oro, que también se transmitía por radio; luego de eso mi padre me dijo “ya estás en televisión, en radio, ya vente conmigo” y me fui para quedarme en Radio Felicidad, mi cuna, el lugar donde jugué de niño. Ahí donde compartí con mi padre grandes tardes de toros.
EP: Anécdotas de tu padre…
EH: Mi papá cortó una oreja en un Festival a beneficio, de Locutores en La Plaza México, pues él se hizo aficionado práctico. En 1955 se convirtió en locutor, intercalando cápsulas de toros que se convirtieron en Fiesta brava, su programa donde él se pudo expresar como persona y como taurino.
Entre las vivencias como locutor, en 1965 en la plaza de toros La Aurora, un toro le pegó una cornada a Fernando Sepúlveda, amigo de mi padre, y sin ambulancia cerca, mi padre lo llevó en su Mercedes al hospital, y ahí conoció a un muchacho muy callado, que iba en suéter rojo; tal vez la entrevista más difícil de mi padre porque el jovencito que debutaba en aquella misma placita, como favor a su amigo Fernando… aquel niño era Manolo Martínez, mi padre le hizo la primera entrevista a quien se convirtiera en figura del toreo y que le valdría una gran amistad.
Pero la más importante es que los torerillos de la legua (choneros) lo conocían como “Rayito”, un día llegó el Pana por ahí de los primeros años ochenta, yo era un niño porque él se quitó el sombrero y con una caravana y le dijo “mis respetos para usted, me acabo de enterar que usted es la leyenda “Rayito”, mis respetos para usted”. Tanto mi padre como yo quedamos sorprendidos.
Una más… El Chato Silva, contó en algún momento y después con el Rudo Rivera, hicimos un programa a finales de 2015, para confirmar que mi padre fue profesional de la lucha libre para poder costear no sólo sus ansias de novillero sino también por algún tiempo la vida familiar; lo sorprendente fue que como familia no lo supimos hasta ese entonces y sólo porque Jaime lo delató en una publicación sobre toreros que se han enmascarado. Ahí contó que mi padre usaba mallas y camiseta larga para evitar que se le notaran las cornadas que pudieran identificarlo pues a él le daba mucha pena ser El Dr. Wagner, amigo del Santo, pero con El Rudo Rivera pudimos disfrutar ese gran secreto de mi padre y llenarnos de orgullo todos.
EP: ¿Quedó algo pendiente con tu padre?
EH: Siempre queda. Al final de sus días, yo le pedí disculpas por hacerlo sufrir cuando quise ser torero, pero aunque vivimos todo en el toro y como padre-hijo, uno siempre se queda con ganas de que nunca se acabe. Muchas gracias por mantener viva la imagen de mi padre, hoy 30 de abril es su aniversario luctuoso y es una grata coincidencia que se acordaran de él en su Puebla tan querida. Muchas gracias.

Nota de la editora: este artículo fue publicado originalmente en la edición de Mayo 2022 de la revista #PueblaEsTaurina, que puedes descargar completa aquí.